De camino a casa...


Hace unos días venia sentado cómodamente en el bus con dirección a mi casa, cuando en el trayecto se desocupo el asiento de al lado e inmediatamente fue ocupado por un Sr. de unos 50 Abriles más o menos de aspecto común y silvestre, tranquilo, relajado, algo parco diría yo.

Yo estaba muy entretenido en mi asiento, con los audífonos de mi celular puestos, disfrutando de música y algunas partes de unos audiolibros que tengo por costumbre escuchar mientras viajo en los carros (por cierto recomiendo escuchar audiolibros a todos los que no les gusta leer, es muy entretenido y se aprende mucho) cuando me percato que de pronto este señor saca su celular para contestar una llamada.

Hasta aquí no hay nada de novedoso en este relato, pero aquí viene lo bueno… aunque como dije antes yo estaba entretenido con lo que venía escuchando, pero pude percatarme que este Sr. venía hablando en su celular con alguien a quien le decía cosas como… -es que yo no puedo vivir sin ti… tu me haces falta… no se qué haría si no te tuviera…

Yo me dije… debe ser la letra de alguna canción, pero él seguía hablando y diciendo más cosas de ese tipo, pero me di cuenta que cada vez su voz se iba tornando como mas angustiada, eso obviamente me llamo la atención y de pronto su voz ya no era de angustia se volvió entrecortada y me dije… o esta canción es nueva y no la conozco, o este tío va a llorar (como diría mi amiga “churrumina” si hubiera estado ahí… ¡quiere llorar!, ¡quiere llorar!, ¡quiere llorar!).

Obviamente yo me hacia el disimulado, pero ya para ese momento con mucho disimulo, le había bajado todo el volumen a mi música para poner atención a lo que sucedía a mi lado, y mientras me hacia el loco (aunque pensándolo bien creo que ese es mi estado natural) mirando las calles a través de la ventana, pero muy atento a lo que hablaba mi ocasional compañero de viaje, le escuche decir con la voz ya casi en llanto  –es que tu no entiendes… eres como una droga para mí-

Yo me dije –por más que eso suene a titulo de canción de Shakira, este tío… no está cantando– en ese momento fue claro que la persona que venía hablando con él corto la llamada, lo vi volver a llamar varias veces seguidas sin que su interlocutor le contestara, creo que a la cuarta o quinta vez dejo de llamar, obviamente le apagaron el celular.

No sé si por la situación, por cuestión de género, por humanidad o por lo que fuera sentí pena, y unas ganas de decirle algunas palabras que lo reconforten, y en cuestión de minutos me vi en un dilema “Shakesperiano” HABLO O NO HABLO.

Como ya se imaginaran, me gano el “Síndrome de Freud” (para quienes no lo conocen, se los presento… Sigmund Freud medico, filosofo y neurólogo austriaco creador del sicoanálisis) y ya poseído por el espíritu del Dr. me dije -a la “mela” si me manda a la misma no importa- pero tal fue mi sorpresa cuando en el momento en que me decidí articular mis primeras palabras con algo así como, tranquilo todo va a estar bien… el volteo y me dijo –porque los seres humanos seremos asi-

Yo con las palabras que pensaba decirle, aun en la garganta, lo mire y le dije… Perdón?, y el me dijo –si muchacho, es obvio que has escuchado lo que he estado hablando y te pregunto porque los hombres seremos así, porque el amor nos hace sufrir- y ahí si me dije… a la mierda, en la que te metiste flaco.

-Si- me dijo, yo soy viudo, mi esposa murió hace ocho años y me he vuelto a encontrar con una noviecita de cuando era chiquillo y aunque está separada del marido y tiene sus problemas yo estoy muy enamorado de ella y me hace sufrir-.

Mientras me hablaba yo le preguntaba a Dios y a la Virgen ¿porque me han metido en esto? si yo iba muy tranquilo escuchando mi música y mis audiolibros, pero obviamente ni Dios ni la Virgen me respondieron un carajo y fue entonces que supe la respuesta, nadie te metió en esto, te metiste tu solo por “sapo” (ahora que lo pienso mejor creo que Dios y la Virgen si me respondieron).

Bueno, me dije, vamos a ver qué se puede hacer, y le respondí a mi acompañante –no creo que sea el amor lo que nos hace sufrir- y este Sr. me respondió –como que no hijo, acaso nunca te has enamorado?- por supuesto, le respondí, y también he llorado y he “sufrido”, pero la verdad sin ánimo de nada le digo que también he aprendido que el amor no fue lo que me hizo sufrir.

-No te entiendo, me dijo, haber explícame eso- bueno, le dije, voy a ser mi mejor intento… le escuche decir que esta situación suya es como una “droga” para Ud. –así es– me dijo, bien creo que ese es el problema, creo que el problema, si es que lo hay, es la manera como Ud. ve el amor, lo que Ud. piensa que es el amor, o mejor dicho lo que Ud. cree que es el amor.

Me miro con mucha atención y dijo un largo –Yaaaaa–, en ese momento me percate que de verdad estaba muy atento a lo que le había dicho y lo que le diría, así que me dije a mi mismo –bueno aquí voy–

La razón por la que las relaciones amorosas parecen tener un efecto adictivo en las personas, o parecen, como Ud. dice, una droga, es porque buscamos en las relaciones amorosas el estado de plenitud que todo ser humano busca, ese estado que nos hace sentir completos, cuando no tenemos este estado por nosotros mismos, lo buscamos fuera, y es obvio que las relaciones amorosas, cualesquiera que estas sean, nos dan esa sensación, porque ese romance nos quita la sensación de miedo, carencia, necesidad y falta de plenitud con nosotros mismos.

Las relaciones amorosas, por su misma naturaleza, tienen la propiedad de “sacar lo mejor de nosotros”, nos hacen más tolerantes, más comprensivos, más atentos, más educados, etc. con la persona de la que estamos enamorados, en resumen nos hacen más “amorosos”, pero esas nuevas condiciones las proyectamos hacia afuera, o sea a la persona “amada” cuando deberíamos proyectarlas hacia adentro, o sea deberíamos ser primero mas amorosos con nosotros mismos antes que con otra persona.

Es por eso que en la mayoría, si es que no es en todas, las relaciones amorosas, las cosas al comienzo “van bien”, pero luego de un tiempo ya “no van bien” y es porque luego de la euforia del romance, las verdaderas condiciones de nosotros mismos, vuelven a ocupar su lugar y es simplemente porque no se fueron siempre estuvieron ahí, solo fueron cubiertas por el “romance” que vivía en ese momento.

No con esto quiero decir que el amor no existe o cosa parecida, o que el romance no sea importante, lo que quiero decir es que no hay amor posible sin antes no tenemos un romance con nosotros mismos, creo que es por eso que Jesús (el de la cruz) dijo –ama a tu prójimo como a ti mismo–.

Por eso pienso y creo que no es el amor el que nos hace sufrir, es nuestra necesidad, nuestros miedos, nuestras carencias, las que nos llevan a buscar la plenitud de nosotros mismos en otras personas, sean parejas, amigos, familia, etc. pero después de encontrarla tenga por seguro que estamos listos para amar.

-Tienes razón, me dijo mi acompañante, yo viví casado con mi mujer más de veinte años y nunca me sentí así, quizás es porque me siento solo- (les juro que en ese momento quise llorar) –claro– le dije, quizás es momento de tener un romance con Ud. mismo.

Luego de ese último comentario, nos hicimos un par de bromas propias de los hombres que tienen un “romance” con sigo mismos, que ya se imaginaran, antes de bajar del bus me pregunto si era sicólogo, si era evangelista, cura, profesor, etc. yo le dije –No– ¿entonces que haces?, me pregunto, y sin pensarlo y sin saber porque le respondí… nada, solo voy de camino a casa.

Carlos Zubiate