Era un chiquillo un poco extraño, pero creo yo no tanto como cualquier
otro chico, escuchaba música un poco pasada de moda, leía cosas extrañas que tenían
que ver con ángeles y demonios, y hablaba de cosas que en verdad no tenían nada
que ver con futbol, chicas o marcas de zapatillas.
Lo que siempre me llamo la atención de este chico, era que al parecer no tenía
la necesidad de “encajar”, cosa que en los jóvenes es bastante extraña, porque por
lo regular en esa etapa de la vida se tiene la necesidad de ser aceptado por el
grupo, no le gustaba mucho jugar a la pelota, no le gustaba mucho salir con los
amigos, ni transgredir las reglas de no beber alcohol, y esas otras cosas que
los jóvenes hacen a escondidas, aunque él como todo joven, de tanto en tanto,
lo hacía no sé si como un intento desinteresado de encajar en el grupo, lo hacía
para que los demás no lo vean como el “pavo”, o simplemente porque de ves en
cuando le daba la gana de hacerlo.
Quizás el hecho de haber nacido y crecido en un barrio muy pobre y de los
más peligrosos, esos en que la vida “no vale nada” y tener que lidiar entre la
delincuencia y el mal vivir (en todas las formas que se pueden imaginar) hacía
que este chiquillo no le encontrara el vacilón al alcohol, las drogas, o al ir
seduciendo chicas, que siempre terminaban “repentinamente” embarazadas.
Pero lejos de todo esto era un buen chico, sus padres (sobre todo su
madre) lo habían criado lo mejor posible, a él y a sus hermanos, le enseñaron
lo “bueno y lo malo”, le enseñaron a obedecer, a respetar, y sobre todo le
enseñaron que tenía que ser un “hombre de bien”. Su madre, una mujer muy fuerte que tuvo que lidiar con una vida difícil, hacía
de “tripas corazón” y mientras hacía maravillas para alimentarlo justamente de
tripas y corazón, le enseñaba lo que era “mejor para su vida”.
Para completar su preparación a lo que un día seria su vida, lo enviaron
a la escuelita del barrio y luego al colegio estatal, donde aprendería todo lo
necesario para ser ese “hombre de bien” que mamá esperaba; pero creo que es ahí
donde en verdad comienza toda esta historia... (continuara)
Carlos Zubiate
(Del libro: "Chancaquita")