Los nudos de la abuela...

Hoy  quisiera comprender como funciona el “ritmo de la vida” y que papel desempeña la paciencia en relación a ese ritmo.

La definición de Ritmo es: "movimiento marcado por la sucesión regular de elementos débiles y fuertes, o bien de condiciones opuestas o diferentes". Esta descripción  se parece mucho a la vida, con sus altibajos, sus opuestos, y con esa combinación inexplicable de experiencias, buenas y no tan buenas.

Todo tiene su propio ritmo, el día y la noche, las estaciones, las etapas de la vida, el universo, todo  tiene un vaivén cadencioso que nos envuelve y que si sabemos movernos con él estaremos en total armonía.

Pero en medio de esa armonía de pronto llega una tormenta o una sacudida que nos trae todo abajo, y es cuando nos preguntamos: ¿qué pasó?, ¿la vida perdió su ritmo armonioso y nosotros también?.

No, no es así, solo fue un cambio de ritmo, un afinar los instrumentos,  para otra melodía. Cada vez que he vivido un “cambio de ritmo” en mi vida y finalmente lo acepto, comienza el crecimiento y la mejora personal.

En la Biblia, el libro de Eclesiastés (3:1-8) habla de este ritmo cuando dice:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacery tiempo de morir, tiempo de plantary tiempo de arrancar lo plantado.
Tiempo de matary tiempo de curar,tiempo de destruiry tiempo de edificar.
Tiempo de llorary tiempo de reír,tiempo de hacer dueloy tiempo de bailar.
Tiempo para perder y tiempo para ganar, tiempo de abrazary tiempo de cerrar los brazos. 
Tiempo  de buscary tiempo de encontrar,tiempo de guardary tiempo de tirar.
Tiempo de rasgary tiempo de coser, tiempo de callary tiempo de hablar.
Tiempo de amary tiempo de aborrecer, tiempo de guerray tiempo de paz.

Pero donde entra la paciencia en todos estos “cambios de ritmo”, y es en la búsqueda de esta respuesta donde he podido darme cuenta de lo siguiente:

La paciencia es la actitud que lleva al ser humano a poder aceptar contratiempos y dificultades para conseguir un bien mayor. Es la aceptación de que las cosas no siempre salen como yo quiero, pues pueden ser mejores, peores o simplemente no ser. Esta aceptación es una señal de madurez, ya que solo en la etapa infantil es cuando se quiere irracionalmente que las cosas salgan como “yo quello”.

La paciencia es no dejar el empeño, es continuar en calma, acumulando experiencia y corrigiendo errores.

Una amiga me contaba que cuando era niña, le gustaba sentarse junto a su abuela para verla desatar nudos, ella tomaba las madejas de hilos y los iba desatando, formando pequeños ovillos de cada color, lo hacía con una dedicación y una paciencia infinita y cuando encontraba un nudo “imposible” como le llamaba ella, le decía: “cuando no se puede desatar, sólo se sopla el nudo y no se hace nada por un momento, entonces el hilo se relaja y cuando lo vuelves a tomar ya se podrá desatar”.

Esta historia, me llamo mucho la atención y pensé que bien podría aplicarse a la vida. Cuando todo parece estar “hecho un nudo” lo mejor es soplar, no hacer nada y esperar con paciencia para volver a intentarlo.

La paciencia es un ejercicio de amor, de fe y humildad, que hace crecer a las personas y también diría que la paciencia es el ejercicio de la madurez.

La impaciencia de querer alcanzar todo hoy, puede hacernos perder la oportunidad de poder alcanzarlo mañana, ya que para que una situación se de en armonía, tiene que ser en el tiempo correcto.

Entonces me moveré al ritmo de la vida, con la aceptación y la paciencia necesaria para llegar a donde me corresponde llegar, para encontrar lo que tengo que encontrar, para encontrar mi CAMINO A CASA.

Carlos Zubiate