atrevida...

Una vez escuche decir: “la ignorancia es atrevida, ella abre la boca y dice cualquier cosa”, siempre he pensado que eso no es tanto así, ya que la ignorancia es la madre de las preguntas y obviamente en el proceso de aprender eso es bueno, pero por desgracia, también de respuestas ligeras y pretenciosas que pretenden ser antídotos frente a la intranquilidad o al dolor que causan las interrogantes, las dudas, las incertidumbres, etc.

La ignorancia también es madre de muchas preguntas mal hechas, que darán como resultado respuestas inútiles, sin sentido o que conducirán a callejones sin salida.

Todas las formas de sabiduría que existen comienzan con una pregunta bien hecha, que no tiene por qué tener una respuesta aquí y ahora, o en el momento mismo en el que surgen. Esto lo entenderá fácilmente aquel que se haya preguntado por la felicidad o el sufrimiento (no la de los libros, sino la de la vida misma), o por el amor, o por el misterio del bien y el mal, o por el inquietante tiempo que fácil se va, o por lo eterno y lo absoluto.

A mí también me cuesta comprender aquello que vivo, como a tantas otras personas del mismo mundo en el que estoy y existo. Conozco muchos que se levantan cada mañana sumidos en su propia existencia, aceptando que están llamados a buscar el sentido de la misma, e intentando darle sentido a los acontecimientos que pasan en su vida.

Esto en si no está mal, muy por el contrario, nos ayuda a entendernos y a entender de alguna forma la vida que tenemos.

Pero hay personas que quieren encontrar solo en estos acontecimientos “la gran respuesta”; manteniendo, de esta forma, su propia ignorancia sin solucionarla, y haciendo de estos acontecimientos una “eterna pregunta sin resolver”.

Sepamos mucho o sepamos poco, seguimos siempre viviendo; hablemos mucho o hablemos poco, seguimos siempre viviendo; tengamos más o menos respuestas, seguimos siempre viviendo.

Lo que no podemos, por más preguntas que tengamos, es dejar de vivir; es decir, de actuar, de decidir, de elegir, de ir hacia nosotros mismos que es donde se encuentran las respuestas.

Carlos Zubiate