Después de pensar…

Ayer me dejé engañar. Intentaba convencerme pero no encontraba argumentos para eso. Después de muchas ideas y razones que no entendía, preferí abandonar la conversación por la vía más rápida, dejando creer que había alcanzado su objetivo. 
Me cansaba la discusión por la discusión, la falta de comunicación entre tantas palabras y tanto hablar.

Hay personas que sólo quieren escucharse a sí mismas, aunque se topen con la pared y la distancia de quien no está dispuesto a creerse cualquier cosa solo por creer.

El caso es que -mi interlocutor- defendía ardientemente que debiéramos PENSAR MÁS Y REZAR MENOS, como si ambas realidades se opusieran. No le di la razón en ningún momento, porque creo que no la tiene, de hecho, él mismo me recordaba con su forma de hablar que necesitaba más silencio para entenderse a sí mismo, y mucha más experiencia de aquello de lo que hablaba con tanta facilidad.

Que utilicemos determinadas palabras no significa que seamos capaces de entender lo que en verdad refieren. Existen palabras que reflejan grandes realidades; amor, vida, fe, Dios, son palabras que dichas fácilmente se convierten en meros sujetos o predicados y pierden esa realidad que intentan referir.

Quién que haya tenido un mínimo de experiencia de vida, que haya sido impactado por un amanecer después de una oscura noche, por la inmensidad del mar cuando nos alejamos de la seguridad de la orilla; quien que ha podido -de alguna manera- ver el milagro del nacer después de gestarse la vida o quizás de renacer después de morir en vida, puede creer en verdad que pensar y rezar se oponen, sin entender que uno necesita del otro.

Con quien no está dispuesto a ver estas realidades -que no es otra cosa que verse a sí mismo- quizás sea mejor no hablar, sólo darle la razón y seguir caminando. Se bien que no quiso engañar, ni confundir -aunque al parecer ése era su primer objetivo- quizás solo fue crear polémica por crear polémica, conversaciones de “café” sin deseos de vislumbrar si son verdad o no aquello que decimos fácilmente.

Después de pensar esto, me dispuse a apagar la luz, desearme buenas noches y descansar, no sin antes rezar.

Carlos Zubiate