Si, acepto...

Estaba sentado en el bus pensando un poco en lo que había ocurrido hace un par de días, en que por esas cosas de la vida, me vi lastimando a un par de personas importantes de mi vida (por esas cosas de la fidelidad y la lealtad), y aunque entiendo que en esta vida no hay víctimas ni victimarios y que todo siempre sucede por algo, eso no evitaba que me sintiera mal y hasta que pensara que quizás no soy del todo una “buena” persona.

Mientras me sumergía en el mar de mis culpas (actuales y pasadas), cual tabla de salvación sonó mi celular y era la voz de un amigo de siempre que me decía: -no hagas ningún plan para mañana porque nos vamos a reunir en mi casa con los “muchachos” (hay que ser condescendiente con los que vamos envejeciendo juntos) así que te espero, no faltes- obviamente yo le respondí con un entusiasmado: - sale y vale- La mencionada llamada me regreso a la “vida” y me dije a mi mismo: -bueno quizás no todo esta tan mal porque aún tengo amigos-

Al día siguiente a la hora propicia me aliste y enrumbe a casa de mi amigo con mucho entusiasmo de encontrarme con los muchachos de siempre y efectivamente la reunión se dio con mucho entusiasmo como siempre, saludos abrazos, besos y el clásico “como has estado” fue el inicio de una larga tertulia de conversaciones y temas de los más variados.

Pasando de un tema a otro uno de los muchachos nos contaba sobre los esfuerzos que están haciendo él y su pareja para unirse en matrimonio, nos contaba que su deseo es más allá de meramente casarse, que eso les daría derechos civiles, no solo los propios de la sociedad conyugal, sino también derechos como en los casos de decidir sobre su pareja en emergencias médicas, o el simple hecho de poder acompañarse en una situación de este tipo que está reservado solamente a los familiares.

Esto me pareció por demás de interesante, y mientras mi muy querido amigo (y lo digo en serio) nos seguía explicando sobre el tema, yo en silencio pensaba que muchas veces los que nos hemos casado y divorciado, no comprendemos del todo lo que significa esto del matrimonio y lo vemos como si fuera una especie de ceremonia o trámite normal que sinceramente muchas veces termina de forma anormal.

Mis silenciosas reflexiones fueron interrumpidas cuando alguien dijo: -pero porque no se casan en una ceremonia privada o algo así- en ese momento mi querido amigo con mucha calma pero muy decidido nos dijo: -No… aunque para mí el matrimonio no es necesario para mantener mi unión con la persona que amo, yo primero me caso como debe de ser y después hago toda la ceremonia que tú quieras-  Al escuchar esto último no pude menos que sentir admiración por mi AMIGO, y pensar en lo afortunado que soy de contar en mi vida con un ser humano como él.

Como para disipar la cosa, rompí mi silencio y le dije: -pero sería bonito que hicieran una ceremonia de bendición o compromiso, en la playa, en el campo o donde quieran, yo los quiero mucho a ambos y me encantaría asistir a su ceremonia- en ese momento mi amigo me miro y me dijo una de las cosas más hermosas que me han dicho en mi vida, me dijo: -mi pareja me ha dicho que después de que podamos casarnos, quiere hacer una ceremonia de bendición y que seas tú quien oficie y bendiga nuestra unión y yo estoy de acuerdo-

Por un instante me quede sin palabras y conteniendo una que otra lagrima, jamás pensé que alguien podía ver en mí una persona capaz de tal acto espiritual.

Desde este humilde rincón, y a través de estas líneas quiero decirles a BETO y LALO, que estaré esperando ansioso y lleno de amor que ese día llegue, y que desde ya tienen mi bendición y estoy seguro que la de todos sus amigos también, y quiero decirles desde el fondo de mi alma… SI, ACEPTO.

Carlos Zubiate