Pluma a pluma...

Hoy mientras viajaba en el transporte público, no pude evitar escuchar parte de una conversación que mantenían dos mujeres que iban sentadas detrás de mí. Una de ellas, con una voz media nasal de esas que usamos cuando pretendemos sonar muy seguros al preguntar sobre las cosas de la vida, le pregunto a la otra ¿Oe (nótese la rebuscada expresión “oe”) y que fue del chico con el que salías? La otra, inmediatamente con una voz medio nasal también de esas que usamos cuando pretendemos sonar muy seguros al responder sobre las cosas de la vida, respondió – Ah ya fue (nótese la rebuscada expresión “ya fue”) seguido de un concluyente: “YA ME PERDIÓ”-

Inmediatamente sentí curiosidad por voltear a ver quién era ese tesoro imperdible y ese ser tan lleno de humildad y modestia. Así que, como es propio en estas situaciones, gire como quien mira por la ventana hacia afuera y volteando mi cabeza cual exorcista, pensando encontrar un par de féminas quinceañeras, me di con la sorpresa de que aunque si eran un par de féminas, estas eran hace rato unas cuarentonas y creo que hasta un poco más.

Superada ya la decepción de lo oído y visto, y digo decepción porque considero que si eso lo hubiera dicho una quinceañera, podríamos concluir que tiene quince abriles y comienza su aventura de la vida; pero estas tías hace rato que pasaron la barrera de los cuarenta otoños y su aventura está más por terminar que otra cosa.

Haciendo a un lado mi misoginia, me di cuenta que esta idea de que vamos por la vida  “perdiendo”, es algo que todos de alguna forma creemos; así que tanto tú como yo y creo que todo el mundo, creemos que vamos perdiendo cosas, situaciones, oportunidades, personas, trabajos, amores, etc. por lo que aprovecho para contarte una historia…

Había una mujer a la que le gustaba mucho leer y escribir, siempre estaba leyendo libros y anotando frases e ideas en un cuaderno de notas, era algo que en verdad disfrutaba hacer, al punto que compro una Pluma Fuente de plata, de esas que escriben simplemente precioso.

Un día la invitaron a la presentación de un libro, y como es de imaginar, ella fue con su cuaderno de notas y su pluma. Al terminar la presentación su pluma ya no estaba, no sabía cómo pudo haberla perdido, busco debajo de los asientos, pregunto a las personas que estaban sentadas a su costado pero nada.

Comenzó a lamentarse por lo sucedido y a sentirse mal por la pérdida de su pluma, pero inmediatamente cambio de pensamientos y pensó que en el mundo de las posibilidades no existen las perdidas, y que su pluma aparecería, volvería a ella o le llegaría su equivalente. Así que con estos nuevos pensamientos se fue muy tranquila a su casa.

Algunas semanas después se encontró por la calle con una amiga que no veía hace mucho tiempo, conversaron un buen rato y la amiga le dijo – te voy a anotar mi número y dirección para que me visites por favor- y saco de su bolso una hermosa Pluma Fuente de oro.

La mujer, que había perdido su Pluma Fuente de plata, no pudo evitar mirar lo hermosa que era la pluma de oro de su amiga, distrayéndose por un momento de la conversación; la amiga al darse cuenta de eso le dijo – te gusta esta pluma… te la regalo- la mujer sorprendida no pudo evitar decir – Dios mío, esto es increíble, mi pluma no era lo suficientemente buena para mí-

El ser humano jamás puede perder lo que por derecho divino le pertenece… “PORQUE AL QUE TIENE, LE SERÁ DADO Y TENDRÁ MÁS Y AL QUE NO TIENE, AUN LO QUE TIENE LE SERÁ QUITADO.” (Mateo 25:29)

Carlos Zubiate