Lo que no es... ES.

En el principio, TODO LO QUE ES era todo lo que había, y no había nada más.

Pero TODO LO QUE ES no podía conocerse a sí mismo, pues TODO LO QUE ES era todo lo que había, y no había nada más. Así, TODO LO QUE ES... no era, ya que, en ausencia de cualquier otra cosa, TODO LO QUE ES no es.

Ahora bien, TODO LO QUE ES sabía que era todo lo que había; pero eso no era suficiente, puesto que sólo podía conocerse conceptualmente, pero no experiencialmente. Sin embargo es la experiencia de sí mismo lo que anhelaba.

Puesto que quería saber que era TODO LO QUE ES no lo podía saber a menos que en lo que no es lo descubriera, pues en ausencia de lo que no es, lo que ES… no es.

Lo único que TODO LO QUE ES sabía es que no había nada más. Así no podía, ni lograría nunca conocerse a sí mismo desde un punto de referencia exterior, pues dicho punto de referencia no existía. Sólo existía un punto de referencia y era él mismo. Aun así, TODO LO QUE ES decidió conocerse experiencialmente.

Esta energía pura, invisible, inaudible, inobservada y, por lo tanto, desconocida -por - cualquier  otra energía- decidió experimentarse a sí misma. Para ello, se dio cuenta de que habría de utilizar un punto de referencia interior.

Hizo el razonamiento, de que cualquier parte de Sí mismo había de ser necesariamente menos que el total, por tanto, si simplemente se dividía a sí mismo en partes, cada parte, al ser menos que el total, podía mirar al resto de Sí mismo y experimentarse.

Así, TODO LO QUE ES se dividió a Sí mismo, convirtiéndose en lo que es esto y lo que es aquello. Por primera vez, existían esto y aquello, completamente separados lo uno de lo otro. Y aun así, existían simultáneamente.

Así de repente existían tres elementos: lo que está aquí; lo que está allí, y lo que no está ni aquí ni allí, pero que debe existir para que aquí y allí existan.

Es la nada lo que sostiene al todo. Es el no-espacio el que sostiene al espacio. Es por lo que no eres... lo que eres.


Carlos Zubiate